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LADY ARMITAGE

CONSEJO DE GUERRA (II PARTE)

-         Hola, soy Kyle- repitió, inclinándose sobre la mesa para besar a Sofía- tu debes ser Sofía, ¿verdad? Salia me ha hablado mucho de ti.

Sofía me dirigió una mirada furtiva antes de asentir, todavía digiriendo la sorpresa. Kyle ladeó el rostro suavemente hacia mí y esbozó una media sonrisa a modo de disculpa:

-         No quiero molestar, pero acabo de verte sentada aquí y pensé que podría entrar a saludarte, y aprovechar para conocer a alguno de tus amigos...

-         No molestas, Kyle- le interrumpió velozmente Sofía antes de que pudiera terminar la frase- Precisamente estábamos hablando de ti…creo.

Kyle me dirigió una mirada cómplice:

-         Espero que fueran cosas buenas-susurró-.

Sofía parpadeó frenéticamente antes de recordar que Kyle no era una fotografía y que, por tanto, esperaba una respuesta:

-         Salia me estaba contando que eras actor.

Kyle asintió con interés:

-         Así es como nos conocimos- replicó cortésmente-.

Sofía clavó en Kyle una mirada que habría hecho pasar por una ursulina a la cabaretera que habita en mí en este tipo de ocasiones.

-¿Fue a verte actuar?- inquirió con una sonrisa afilada. Kyle la miró sin comprender- Lo digo porque Salia estudió interpretación, pero como  no trabaja como actriz…

 

Primer asalto. Sofía 1- Salia 0

 

Kyle carraspeó brevemente, acodándose ligeramente contra la mesa.

-         Esa es una percepción muy habitual entre la gente que no conoce el mundo del arte por dentro. La mayoría de la gente considera que sólo son actores aquellos que ven en una serie de televisión o en una pantalla de cine, pero olvidan que no todo tiene que ser tan visible. ¿Dirías que un periodista que escriba en un periódico no trabaja de periodista por el hecho de no presentar un telediario?¿O que un arquitecto no ejerce como tal sólo porque no haya firmado la construcción del Gughemheim?

La pregunta flotó en el aire durante una fracción de segundo.

-         No- musitó una contrariada Sofía-

Kyle esbozó una sonrisa triunfal:

-         Salia es una actriz excelente, pero ha elegido un medio mucho menos obvio para demostrarlo: el teatro. En realidad, fui yo quien fue a verla a ella y no al revés.

Sofía me dirigió una mirada recelosa:

-         No me habías dicho que habías estrenado ninguna obra- musitó entre dientes-.

Kyle se encogió de hombros:

-         Salia es terriblemente discreta…debería presumir más de sus logros, ¿no crees?

-         Completamente de acuerdo- roroneó, clavando una mirada codiciosa en Kyle-.

 

Segundo asalto: Sofía 1- Salia 1

 

Kyle suspiró

-         Me alegra que estés de acuerdo conmigo, tal vez así consigamos hacerla entrar en razón entre los dos- susurró Kyle.-

Envaré la espalda involuntariamente, como un acto de repulsión instintivo ante cualquier actividad que incluyera un “entre los dos” entre mi amiga y Kyle. Sofía, sin embargo, tenía una percepción ligeramente distinta a la mía: sólo así se explica la manera en que entrecerró los ojos con delectación mientras Kyle sacudía la cabeza con consternación:

 

-         Supongo que intenta que el resto no nos sintamos mal.

Sofía abrió los ojos de golpe:

-         Creo que no te entiendo-murmuró-.

“Le entenderías si dejaras de desnudarle con la mirada, bruja”- quise decir. En lugar de eso, me encogí de hombros esbozando una sonrisa inocente-.

Kyle suspiró de nuevo:

-  ¿Qué carrera estudiaste tú?-inquirió Kyle lanzando una mirada curiosa en dirección a Sofía-.

Mi amiga tragó saliva con dificultad:

- En realidad no he estudiado ninguna carrera- musitó Sofía, ante la mirada compasiva de Kyle-

- Tampoco yo- sonrió Kyle, guiñándola un ojo-. A eso me refiero: si yo fuera abogado como ella lo llevaría escrito en la frente para que todo el mundo lo supiera, pero ella se empeña en no darle importancia.

- Porque no la tiene, Kyle- murmuré, entre dientes- Todos los años se licencian miles de abogados.

Kyle hizo un rápido ademán en mi dirección, atrayendo la atención de Sofía:

-         A eso me refería- musitó, ladeando el rostro hacia mí - Crees eso porque para tí es lo normal, pero para los que no hemos pasado del bachillerato es todo un logro. Seguro que tu amiga está de acuerdo conmigo. ¿Verdad, Sofía?

 

Sofía 1 – Salia 2.

 

Kyle  entrelazó una de mis manos entre sus dedos, pasando por alto la expresión hierática de mi amiga:

-         ¿Ves? Sofía está de acuerdo conmigo: no deberías ser tan modesta.

Sofía entrecerró los ojos,  esbozando una sonrisa famélica:

-         Eso es exactamente lo que la decía Víctor…, vaya no sé si debía…lo siento- se disculpó torpemente-.

 

Sofía 2- Salia 2.

 

Los labios de Kyle se curvaron en una sonrisa compasiva:

 

-Tranquila, no pasa nada- musitó en tono conciliador-. No puedo ofenderme porque Salia haya tenido una relación con otro hombre antes de conocernos.

Sofía nos miró alternativamente, suspicaz:

-         Creía que os habíais conocido…

-         ¿Mientras aún estaba con Víctor?- inquirió Kyle con sorpresa-No, nos conocimos después, obviamente.

Sofía 2- Salia 3.

Clavé la mirada en el suelo, repentinamente incómoda porque Kyle tuviera que defender mi honor ante mi amiga. Sofía resopló con fingido alivio:

-         Menos mal, creí que había metido la pata- farfulló-De todas formas, siento haberlo mencionado. Llevando tan poco tiempo juntos debe ser incómodo para ti oír hablar de alguien con quien Salia estuvo casi ocho años.

Sofía 3 – Salia 3

-En realidad no lo es- replicó cortésmente Kyle- pero gracias por preocuparte.

Kyle enarcó una ceja, sin dejar de mirarme:

- Supongo que uno de los inconvenientes de relacionarse con alguien con esa cara es que no seas el único en fijarte en ella –susrró Kyle- Un pequeño precio que estoy dispuesto a pagar¿no crees, Sofía?

Sofía 3 – Salia 4

 

Sofía sonrió cumplidamente. Me estremecí.

-         Tienes razón- concedió. El pánico me invadió al pensar en cómo podría reconducir la frase- Desde que está contigo está guapísima, la favorece estar más gordita.

 

Sofía  4-  Salia 4

Kyle enarcó ambas cejas con sorpresa:

-         En ese caso, me alegro de haberla conocido ahora y no antes- replicó Kyle- Si pesase menos sería un palo de escoba…disculpa, no quise decir eso. Soy un torpe.

Sofía 4 – Salia 5

Sofía me fulminó con la mirada antes de estar lo suficientemente serena como para contestar a Kyle:

-         Siempre he sido de constitución delgada- masculló orgullosamente mi amiga-.

Kyle esbozó una sonrisa compasiva:

-         Lo lamento. Bueno, no te preocupes: cada uno es como es. Lo importante es saber aceptarse.  Después de todo, el físico no es lo más importante en una persona.

Sofía 4 – Salia 500

Kyle se incorporó con elegancia, tendiendo una mano en mi dirección:

 

-         Ha sido un placer conocerte, Sofía, pero me temo que se ha hecho algo tarde. ¿Me permitirías que te la robe antes de tiempo?

 

Antes de que pudiera contestar, Kyle le había dado dos rápidos besos a Sofía y tenía mi abrigo entre las manos:

-         En absoluto, la verdad es que yo también tengo algo de prisa- farfulló torpemente Sofía-.

Kyle asintió con brusquedad:

-         En ese caso nos vamos ya – dijo, cogiéndome de la mano-. Un placer.

 

Me despedí rápidamente de Sofía y seguí a trompicones a Kyle hasta la puerta de la calle, ante la mirada desconsolada de mi mejor amiga.

Punto – Set – Partido: La pequeña cabaretera que habita en mí había vencido a la dama de hierro procedente de las juventudes hitlerianas que se esconde en el interior de Sofía: justicia poética.

CONSEJO DE GUERRA (I PARTE)

Normalmente no suelo quedar muy a menudo con Sofía.

De hecho, lo evito tanto como es posible.

En general, suelo sentirme culpable por albergar este tipo de sentimientos hacia quien se supone que es mi mejor amiga (claro que  el sentimiento de culpa sólo dura hasta que habla), pero el verdadero motivo de que rehuya a Sofía todo lo posible no es que sea una arpía cruel y despiadada, sino el fruto de establecer un orden de prioridades: si quedara con Sofía con la asiduidad que ella pretende cuando me acusa de ser tan “independiente” (eufemismo que usa cuando quiere llamarme egoísta), tendría que dejar cualquier otro tipo de actividad para dedicarme por entero a la preparación de la cita (dejando aparte el hecho de que es imposible que mi equilibrio mental lo soportara): comer con Sofía exige una preparación previa de varios días de antelación parecida a la que imagino que deben tener las modelos de Sport Ilustrated antes de hacer la campaña de verano, con la única salvedad de que los resultados –obviamente- nunca son tan halagadores. Un pequeño matiz sin importancia. Desgraciadamente, esta vez sólo tenía un día, pero también un poderoso motivo para reunirme con Sofía pese a todo: hacía ya varios meses que me había enamorado de Richard, y consideré que mi mejor amiga debería saberlo, así que cancelé mi clase con Kyle y me dirigí hacia el lugar donde habíamos quedado con tiempo suficiente para asegurarme de que no llegaría tarde (puesto que los ataques de Sofía son impredecibles, qué menos que no darle tu misma las armas al enemigo para que te mate).

 

Cuando llegué a la cafetería donde nos habíamos citado, Sofía ya esperaba sentada. Apoyaba la barbilla en su mano izquierda frunciendo los labios en una mueca contrariada:

 

-         Siempre llegas tarde, ¡No sé cómo lo haces!- me dijo antes de darme tiempo siquiera a saludarla- .

Dirigí una mirada furtiva a mi reloj, que marcaba las dos menos cuarto:

-         He llegado quice minutos antes, Sofía.

-         Tienes el reloj atrasado- sentenció-.

A veces creo que mi mejor amiga es una viajera del tiempo directamente enviada desde las juventudes hitlerianas al presente. Eso explicaría varias cosas, como por ejemplo su obsesión con la puntualidad. Sofía enarcó una ceja con suficiencia mientras esbozaba una sonrisa cariñosa:

- Bueno, te veo muy bien…-comenzó-.

La experiencia me ha enseñado que la mayoría de las frases de Sofía constan de dos partes: nunca hay que bajar la guardia antes de llegar a la segunda.

-         …se te ve con mejor cara, ¿has engordado algo, no?. Te hacía falta, cielo. La última vez que te vi estabas más… demacrada.

(traducción simultánea):

“Se te ve con mejor cara, ¿has engordado algo, no?” –“No necesariamente has engordado…ahora, simplemente para mí ya estabas gorda antes (tú y la inmensa mayoría del mundo libre).

-“Te hacía falta, cielo”- “A nadie por encima de los 45 kilos le hace falta engordar ni un solo gramo, según mi mente de perturbada. Nunca. Jamás”

-“La última vez que te vi estabas más…demacrada”-“Digo demacrada y no delgada para resaltar que, aunque la última vez que te ví  estabas tan gorda como ahora, estabas aún más fea”

La hipótesis de los viajes en el tiempo desde las juventudes hitlerianas también explicaría su refinado talento para la tortura. Este es el tipo de frases que sólo se pueden padecer, porque no tienen contestación posible: en realidad no creo que haya engordado y, aunque así fuera, mi percepción sobre el peso corporal es ligeramente distinta a la de Sofía, quien considera que rebasar una talla infantil es estar insultantemente gorda. En el fondo, la mente de Sofía es bastante elemental: puesto que ella tiene que comprar la ropa en la sección infantil, considera el hecho de que se confeccionen tallas normales  como una afrenta personal hacia ella. Resumiendo: mi percepción es la de una persona cuerda mientras que la suya sólo es propia de una enferma mental.

Sin embargo, pese a que su intención es la de minar al contrario, al introducir que me favorece consigue que no pueda ofenderme (al menos, que no pueda exteriorizarlo como a mí me gustaría).

Hay que reconocer que Sofía tiene talento: en realidad me ha dicho que he engordado y que la última vez que nos vimos estaba fea y no puedo contestar a ninguna más que con una media sonrisa amistosa. Vale para esto, eso debo reconocérselo

-         Aunque supongo que es normal- continuó, esbozando una sonrisa sibilina- si has conocido a alguien…; debes estar muy ocupada. ¡Mira cómo has venido!

-         ¿Cómo…?

-         Pues como si te hubieras lanzado desde la cama hasta aquí- contestó con una risilla mal disimulada- aunque eso ahora se lleva, el look casual. Aunque a mí no me va mucho, pero a ti te sienta bien – concedió-

Respondí instintivamente, aún a sabiendas de que debía haberme quedado callada. Hay veces que me puede la curiosidad por ver de dónde sacará esa vez el material para continuar con su campaña de acoso y derribo. De todos modos, Sofía no ofrece demasiadas sorpresas en ese aspecto: siempre lo sacará de tu aspecto físico, sea el que sea. A eso me refería con la preparación previa digna de una modelo de Sports Ilustrated: esa mañana había ido a la peluquería y había pasado exactamente 70 minutos escogiendo la ropa que me pondría sólo por evitar en la medida de lo posible sus ataques, pero aunque hubiese venido vestida para una recepción Real hubiera conseguido introducir la misma frase o una similar. Verdaderamente, es un don.

Sofía suspiró:

-         Bueno, ¿vas a contármelo o no?

Sonreí tímidamente:

-         He conocido a otra persona –vale, técnicamente no había conocido a Richard todavía (al menos, no en el sentido convencional del término). De acuerdo, en ningún sentido del término, pero eso Sofía no tenía por qué saberlo- Aún no ha pasado nada, pero…creí que era más honesto contárselo a Víctor desde el principio.

Sofía me dirigió una larga mirada acusadora:

-         Víctor está hecho polvo-masculló-.

Lo superará- contesté, sin poder disimular mi asombro. Mientras salí con Víctor Sofía aprovechó hasta la más mínima oportunidad para hacerme saber que Víctor le parecía vulgar, predecible…y sin embargo ahora parecía que dejarle fuese un acto de crueldad extrema por mi parte. Sofía se encogió de hombros:

-         Bueno, ¿y quién es?

-         No le conoces-repuse, a la defensiva-.

Sofía esbozó una media sonrisa sarcásticas:

-         Claro que no le conozco. ¡ni siquiera sé de donde ha salido! Como no me has contado nada…

-         Es actor, como yo-comencé, ignorando el insultante modo en que Sofía enarcó su ceja derecha. Suspiré- No te había contado nada hasta ahora porque creía que era mejor llevarlo de una manera discreta, al menos de momento (“por lo menos hasta que el propio Richard lo sepa”- me dije interiormente ya que, aunque me hubiese visto forzada a confesarlo,  no dejaba de parecerme ciertamente descortés que tanto mi novio como mi mejor amiga supieran de mi amor por Richard antes que él mismo)

-         Deberías presentármelo: ¡soy tu mejor amiga!- replicó en un tono que no admitía discusión- Bueno, dime cuando voy a conocerlo.

Alcé una mirada titubeante hacia mi amiga, intentando dominar el pánico. En realidad, incluso después de la boda entre Richard y yo nunca había pensado realmente en hacerles coincidir en la misma habitación (estaba demasiado enamorada de él como para desearle eso), pero mientras Richard ni siquiera supiera de mi existencia era técnicamente imposible que ese encuentro llegara a materializarse. Sofía me miraba, expectante, exigiendo una respuesta, cuando unos pequeños golpes en el cristal de la cafetería me sacaron de mis cavilaciones. Ladeé el rostro, escudriñando el exterior de la cafetería: desde el otro lado del cristal, Kyle sonreía agitando alegremente una mano a modo de saludo. Ante la mirada estupefacta de Sofía (y antes de que pudiera hacer nada por impedirlo)  entró como una exhalación en la cafetería y avanzó con gracilidad por el pasillo central.

-         Hola, soy Kyle- sonrió, al llegar a nuestra mesa-.

Lo que faltaba.

(continuará)

"QUIEN BIEN TE QUIERE TE HARÁ LLORAR"

"QUIEN BIEN TE QUIERE TE HARÁ LLORAR"

La pantalla del movil parpadeó con un zumbido siniestro.

"Tiene un mensaje nuevo"

Cogí el móvil con un movimiento brusco. No hay nada que odie más que ser interrumpida cuando estoy pensando en Richard (lo que se ha convertido en un importante obstáculo para mi vida social, ya que paso la mayor parte del día pensando en Richard. Incluso cuando no lo hago, inconscientemente tambien pienso en él: cuando no pienso en Richard tengo ideas completamente inadecuadas para una futura esposa como yo sobre Kyle y como emplear mejor el dinero que le pago por cada clase de inglés, lo que me hace sentirme (aparte de patética)  horríblemente adúltera- aunque sea de manera anticipada-, lo que me lleva a volver  a pensar en Richard de nuevo. Conclusión: dirigirme la palabra en las últimas semanas se ha convertido en una actividad de alto riesgo ya que, de una manera u otra, siempre estoy pensando en Richard). Con un suspiro de resignación, leí el mensaje recibido:

VÍCTOR MOVIL: "llvas dias sin cogerm el tf, k te pasa?"

Antes de que pudiera reaccionar, el móvil vibró en mi mano dando tono de llamada. Me avalancé sobre el aparato con un movimiento mecánico:

- Víctor. "Grow up"- mascullé precipitadamente-.

Se hizo un silencio al otro lado de la línea.

- Salia, ¿Qué dices?.

Reconocí la voz al instante: Sofía. Mi mejor amiga. Hay un dicho que viene a decir que los amigos son esas personas que te conocen y, aun así, siguen siendo tus amigos. En el caso particular de Sofía, esa frase cobraba caríz de sentencia absoluta, aunque con una pequeña matización. Sofía era esa clase de amiga que conoce a la perfección todos tus fallos y, únicamente gracias a ellos, continúa siendo tu amiga: para poder recordártelos hasta el fín de los tiempos. Cuando íbamos al instituto y estaba de moda escribir alguna frase en las carpetas de los amigos, mi frase favorita era: "No hay camino para la paz, la paz es el camino. Gandhi".  La frase favorita de Sofía era: "Quien bien te quiere te hará llorar".  Supongo que esa anécdota arroja algo de luz sobre el carácter de mi mejor amiga. Pues bien: siguiendo esa frase, y a juzgar por todos los años que hemos pasado juntas, puedo asegurar una cosa: Sofía me adora.

- Víctor dice que no le cojes el teléfono, está preocupado. ¿Estas bien?- preguntó con voz melosa-.

- Sí, estoy...

- ... Ya se lo dije- me interrumpió velozmente- Me llamó ayer para pedirme que hablase contigo, ¿sabes?. Yo ya le dije que no te pasaría nada. En fín, cariño, ya sabemos todos como eres...

"No hay camino para la paz, la paz es el camino"  , repetí mentalmente antes de continuar.

- ¿Cómo soy?- balbuceé, arrepintiéndome al instante. Sofía puede tener algunas virtudes, pero la de distinguir cuándo una pregunta es retórica y cuando tu interlocutor espera realmente ser contestado no es una de ellas.

- Pues encantadora, caríño,pero... eres un poco desastre, no me dirás que no- me reconvino condescendientemente- Yo ya se lo dije: que estarías con tus cosas, con tus castings...

(Traducción simultánea)

"Pues encantadora, cariño..."- "... Es gracioso que existan personas cómo tu que creen que pueden vivir de fantasías mientras los demás vivimos en el mundo real. Incluso da cierta ternura (al menos, me la daría si no fuera una arpía egocéntrica y maliciosa) "

"...Pero eres un poco desastre, no me dirás que no" -"...no te atreverás a decirme que no. Todo eso del arte está muy bien, pero ya va siendo hora de que dejes todas esas niñerías que haces en vez de buscarte un trabajo normal como todo el mundo, a ver si creces ya"

"Yo ya se lo dije..."- "...y te lo diré a tí también hasta que se me seque la garganta. ¡Menos mal que Víctor puede hablar con una persona normal como yo de vez en cuando!"

"...Que estarías con tus cosas, con tus castings..."- "...esos castings para los que nunca te han cogido para nada importante y eso que, ¿cuanto hace que empezaste a estudiar teatro?. Te digo esto porque te quiero y no quiero que nadie se ría de tí...al menos, no mientras pueda hacerlo yo misma"

A veces tengo que recordarme a mí misma que quiero a Sofía. Cuando hablo con ella, tengo que recordármelo varias veces por segundo. En cualquier caso, amordacé a la pequeña cabaretera que a veces me invade (y que seguramente no fuera tan considerada en su réplica como yo) antes de contestar:

- He conocido a otra persona. Víctor no lo acepta- resumí-

Un nuevo silencio se hizo de nuevo en la línea:

- ¿Sofía?.

- Tenemos que quedar- anunció solemnemente-. ¿Te viene bien que comamos mañana?

(Traducción simultánea):

"¿Te viene bien que comamos mañana?"- " ... Te lo pregunto porque soy una persona educada, pero ¿qué otra cosa más importante vas a tener que hacer?. ¿O es que ya has crecido y te has buscado un trabajo de más de una semana?".

Me apresuré a concretar una hora, temerosa de no poder sujetar por más tiempo a la pequeña cabaretera interior que habita en mí.

- Te veo mañana, ¿vale, cielo?. Te quiero- se despidió risueñamente Sofía-.

(Traducción simultánea).

"...Te quiero"- "y  ya sabes que quien bien te quiere te hará llorar, asi que mañana voy a aprovechar hasta la más mínima oportunidad que me des para  demostrarte cuanto te quiero".

 

 

 

 

NUEVOS PROBLEMAS

En un principio, acordé con Kyle cinco horas de clase a la semana (una hora diaria de lunes a viernes). Calculando el tiempo de antelación que hay que dar para reservar una iglesia para una boda (y sumando un par de meses más para conseguir conocer a Richard y que éste se enamorase de mí- un mes para cada cosa, calculé-), me parecía que no había tiempo que perder. No obstante he de reconocer que, a la hora de establecer un curso intensivo, tuvo cierta influencia en mi decisión el hecho de que mi vecina (quien, pegada a la mirilla como viene siendo habitual en ella desde que tengo edad para recordar, había sido testigo de mi primer encuentro con Kyle) pudiera persuadirse viendole entrar todos los días en mi apartamento de que el hecho de que un hombre así llamara a mi puerta no era mera coincidencia, y comenzara a elaborar y difundir (no necesariamente por ese orden) todo tipo de disparatadas historias entre Kyle y yo que yo, por supuesto, no pensaba desmentir jamás. No veía motivo para ello: si después de nuestra boda Richard llegaba a conocer a mi vecina (hecho que pensaba evitar con todas mis fuerzas) no me costaría ningún trabajo convencerle de que esta mujer padecía un transtorno severo de la personalidad (lo cual no era del todo incierto, a juzgar por sus hábitos de espionaje), de modo que no podía ver qué había de malo en engrosar un poco mi ego gracias a su portentosa capacidad de fabulación. Porque fabularía, de eso estaba segura: en una ocasión, llegó a crear toda una historia (con redes de narcotráfico incluidas) entre un pobre chico que iba vendiendo biblias de puerta en puerta -y a quien sobra decir que no había visto antes en toda mi vida, y con el que sólo crucé la frase "lo siento, pero no voy a comprar nada"- y yo, porque creyó que estábamos utilizando un código secreto. La diferencia es que cualquier historia que pudiera crear entre un hombre como Kyle y yo siempre sería beneficiosa para mi imagen, aunque solo fuera por la mera asociación. Toda chica necesita que se la relacione alguna vez con un hombre así, aunque para ello sea necesario difundir el rumor ella misma. Por suerte, en mi vecina contaba (aunque ella no pudiera sospecharlo siquiera) con un excelente aliado que me ahorraría ese trabajo (y la consiguiente vergüenza que hubiera sufrido si llegaba a descubrirse que era yo la instigadora del rumor).

Sin embargo, cubrir las expectativas económicas de Kyle no fué tan sencillo como yo había imaginado en un primer momento. Aunque consintió en hacerme una considerable rebaja en sus honorarios habituales, pronto descubrí que para hacer frente a un curso de verano intensivo con él debería encontrar algún trabajo inmediatamente. Así se lo hice saber a mi madre quien, en lugar de negarse alegando nuevamente todas sus reservas contra Richard (puesto que él era mi único motivo para buscar un trabajo tan inmediatamente cuando hacía sólo una semana que me había licenciado), comenzó a llamar a todos mis familiares vivos para darles la nueva noticia con una energía tal que me hizo pensar si me vecina no iría demasiado desencaminada con el asunto de las biblias y el narcoráfico y tal vez sólo se había equivocado de receptora: sólo una asidua consumidora de drogas estimulantes podría moverse con la velocidad con que mi madre lo hizo.

- Sí, lo acaba de decir. "Se va a poner a trabajar". Díselo tú a tu hermana, cariño, que a mí no me cree- me díjo mientras me tendía el teléfono con una mano temblorosa-.

Suspiré:

-Necesito aprender inglés, asi que tengo que buscar un trabajo para las mañanas...

-¿Ves?- gorjeó mi madre con lágrimas en los ojos, arrebatándome nuevamente el teléfono- Se va a poner a trabajar y encima va a aprender inglés, lo ha dicho ella misma...

"También voy a casarme"-pensé en recordarle, pero me dió miedo interponerme en la trayectoria de mi madre mientras siguiera en tal estado de excitación. De modo que, en lugar de eso, ocupé la tarde en revisar todas las estanterías de la casa en busca de alguna biblia. Solo para estar tranquila.

KYLE

- Soy gigoló!- bramó Kyle, fuera de sí-.

Me dejé caer en el sillón del salón, sintiendo como me faltaba el aire. Kyle se incorporó con rapidez, visiblemente azorado, mientras me observaba con cierta aprehensión::

- Mira, no llevo mucho tiempo en el negocio, pero es demasiado frustrante para mí que el hecho de confesarte que había venido aquí para acostarme contigo previo pago de una módica cantidad que, está mal que yo lo diga pero es completamente cierto-se excusó atropelladamente Kyle, - amortizarías con creces te situé al borde de una lipotimia. Asi que hagamos una cosa: tu te quedarás ahí sentada, sin hacer ningún movimiento brusco, y yo saldré por la puerta y me marcharé. Y tan amigos, ¿de acuerdo?. No pasa nada...

Alcé el rostro, titubeante, justo a tiempo de ver como Kyle alcanzaba el manillar de la puerta:

- ¿De verdad eres escocés?.- pregunté con  rapidez-.

Kyle se detuvo en seco junto a la puerta, con la espalda rígida.

- Sí- musitó, girándose lentamente- ¿Por qué no iba a serlo?

Entrecerré los ojos un instante, calibrando mis opciones. Tal vez todavía podía tener un profesor- pensé-. Después de todo, aunque no fuese un profesor al uso, sabía inglés...y que duda cabe que su profesión le proporcionaría acceso a un vocabulario que esperaba que algún día no muy lejano me fuese de utilidad con Richard. Una sonrisa triunfal se extendió por mi rostro, ante la mirada incrédula de Kyle:

- ¿Cuanto cobras la hora, escocés?- le espeté-.

EL PROFESOR DE INGLÉS (II PARTE)

El timbre de la puerta me sorprendió mientras trabajaba en mi ordenador intentando encontar el fotograma exacto del Episodio I de “La guerra de las galaxias” en el que Richard Armitage aparece en una escena un par de segundos como miembro del escuadrón “Bravo fighter pilot”, según fuentes tan acreditadas como un grupo de preadolescentes sobrehormonadas que circula por Internet a sus anchas, aprovechándose del sigilo con el que debo llevar mi compromiso nupcial-al menos, hasta que Richard sea consciente de que existe- permitiéndose hacer sobre mi futuro marido comentarios que hacen  nacer en mi ideas a cual más creativa para que esas quinceañeras no lleguen a celebrar su veinte cumpleaños. De hecho, justo cuando estaba perfeccionando una de esas ideas macabras en mi mente sonó el timbre.
Desde el otro lado de la puerta, me sonreía un hombre joven, espigado, con el cabello ligeramente ondulado con breves matices cobrizos y una expresión indescriptiblemente seductora mientras cruzaba ambos brazos sobre el pecho, haciendo resaltar su musculatura…en resumen, el tipo de hombre que nunca creí que llamase a mi puerta por propia voluntad.
- Hola, soy Kyle- dijo él, entornando los ojos con una expresión que, presa del entusiasmo, no supe distinguir si pretendía ser seductora o si, simplemente, era fruto de una ligera miopía.- ¿puedo entrar?.

Me demoré unos instantes hasta cerciorarme de que mi vecina de enfrente cumplía con el protocolo habitual de encaramarse a la mirilla (como invariablemente hacía cada vez que alguien llamaba a mi puerta) ya que, en esta ocasión, sí deseaba tener testigos de que un hombre así entraba en mi salón. Una vez hube comprobado de que mi vecina guardaba en su memoria (y tal vez en lo más profundo de su rencor) el rostro de mi acompañante, asentí torpemente mientras le hacía un rápido gesto con mi mano derecha, invitándole a pasar. Al verle franquear el umbral con tanta decisión tuve que reprimir el impulso de decir, al modo de Drácula: “Pasa, y deja un poco de la felicidad que llevas contigo”. Por suerte o por desgracia, el pensamiento humano funciona en cadena: a esas palabras siguieron una serie de rápidos fogonazos en mi mente de en que lugares de mi cuerpo podría dejar exactamente su felicidad aquel hombre y, providencialmente, el rostro de Richard ocupó mi mente, con aquella expresión apesadumbrada que tan bien hacía cuando interpretaba el rol de Jonh Standring en “Sparkhouse, cada vez que Jonh tenía que ver como Carol se escapaba con ese idiota de Andrew con ínfulas de Mr. Earnshaw. Cerré los ojos con fuerza, concentrándome únicamente en mi respiración. Cuando volví a abrirlos, Kyle me observaba sentado indolentemente desde el sillón del salón:

- ¿Te encuentras bien?- sonrió con dulzura-
- Sí- farfullé fingiendo indiferencia, mientras tomaba asiento junto a él en el sofá- es solo que hace demasiado calor en esta casa.

Kyle sonrió, inclinándose ligeramente en mi dirección:

- Espero no haberte decepcionado. Tal vez esperabas otra cosa- sonrió Kyle con cierta suficiencia, con el tono de voz de quien sabe perfectamente que ha superado todas las expectativas de su oponente sin el menor esfuerzo.
Me encogí de hombros:
- Bueno, en seguida lo sabremos. ¿Empezamos?

Kyle envaró su espalda automáticamente, mirándome con cierto recelo:

- ¿No prefieres que hablemos un poco antes? – preguntó, sin poder disimular cierta inquietud-.

Suspiré. Prefería empezar las clases cuanto antes pero, después de todo, tal vez fuera necesario resolver algunas dudas antes de empezar:
- ¿Hay mucha diferencia entre el acento escocés y el inglés?- le espeté-

El aludido abrió los ojos desmesuradamente:
- ¿Disculpa?
Repetí mi pregunta ante su expresión de absoluto desconcierto:
- ¿Hay mucha diferencia entre el acento escocés y el inglés?
Los labios de mi interlocutor se curvaron en una especie de mueca:
-Bueno…supongo que si hay alguna diferencia- concedió al fin- aunque eso no debería preocuparte: en lo esencial, escoceses, ingleses…somos iguales.
Entorné los ojos, evaluándole en silencio. Aunque no cabía duda de que un profesor como él suponía un incentivo a tener en cuenta a la hora de aprender un idioma, empezaba a plantearme si no abría indicios de publicidad engañosa en su anuncio: “no te arrepentirás”, decía, y yo estaba comenzando a arrepentirme de haberme precipitado tanto al concertar una cita con aquel hombre que tan poco profesional empezaba a parecerme. Decidí ser franca:
- ¿Cuánto tiempo llevas enseñando inglés?- inquirí-.

Kyle frunció el ceño con extrañeza, con la misma expresión que podría haber usado si le hubiese dicho que dedicaba mis ratos libres a esconder papelinas de droga entre los pliegues de los calcetines de los renos de Papá Noel. Suspiré:
- Verás, no quiero ser desagradable: seguro que eres un profesor fantástico, pero yo tengo un compromiso urgente que me exige más fluidez con el idioma, y si hay diferencias entre los acentos tal vez no sea buena idea que…
- Disculpa- me interrumpió Kyle- ¿Crees que has contratado un profesor…de inglés?
Fruncí los labios en una mueca de desagrado:
- Todavía no te he contratado, Kyle. Precisamente lo que estaba intentando decirte es que…
- Un momento- volvió a interrumpir Kyle, incorporándose con agilidad del sofá- No sé que habrás pensado ni por qué lo habrás pensado…
“Mejor que no lo sepas, escocés” dijo en mi interior la pequeña cabaretera que habita en mí y que a veces me invade.
-… Pero creo que es evidente que no soy un profesor de idiomas.
La pequeña cabaretera y yo quedamos mudas ante aquel despliegue de arrogancia.
- ¿Ah, no? ¿Y entonces, por qué pones un anuncio en la sección de servicios?- le recriminé, blandiendo ante él el periódico en el que todavía estaba señalado su anuncio con un rotulador rojo- Mira, siento si te ha molestado lo que te he dicho: a mí me dan igual las disputas entre ingleses y escoceses, pero no quiero adquirir vicios en el acento…
Kyle enarcó una ceja mientras me arrebataba el periódico con un gesto veloz.
- “Kyle”- leyó-“auténtico nativo escocés, oral. No te arrepentirás. Domicilios y hoteles. Me desplazo”. ¿Exactamente cual de estas palabras te ha inducido a pensar que era profesor de inglés?
Lo miré con fijeza unos instantes.
- ¿Y entonces qué es lo que eres?- pregunté, con un hilo de voz-
Por mi mente empezaron a circular un montón de ideas, a cual más terrorífica: atracador, psicópata, narcotraficante…
“¡Que sea un exhibicionista, que sea un exhibicionista!” –imploró la pequeña cabaretera que habita en mi ser-. Kyle sonrió con suficiencia:

-Supongo que el hecho de que me anuncie en la sección de “servicios” no es un indicio suficientemente claro para ti…
Le dirigí una mirada furiosa antes de responder:
- Bueno, una clase particular es un servicio.
Kyle entornó los ojos con suficiencia:
- No esa clase de servicio- dijo, esbozando una media sonrisa-Tendrías que haber buscado en la sección de “Demandas de empleo” si lo que buscabas realmente era un profesor de inglés.
- ¿Qué otra cosa iba a buscar?- le reté, cruzando los brazos sobre el pecho con gesto adusto.
Ante tal despliegue de determinación por mi parte, me interlocutor se limitó a encogerse de hombros:
- La verdad, tú no se…-sonrió entre dientes- lo que dices es demasiado surrealista como para que lo hayas improvisado, así que tal vez te hayas equivocado y buscases un profesor de inglés. Pero te aseguro que la mayoría de la gente busca otra cosa cuando responde a algún anuncio publicado en la sección de “servicios”.
Negué con vehemencia, ante la mirada perpleja de Kyle.

- No me está gustando nada tu tono, escocés. Además, una clase particular es un servicio; digas lo que digas. Los contratos de las clases particulares son “Por obra y/o servicio”, así que al menos admite que llevo razón, porque…
- Soy gigoló!- bramó Kyle, fuera de sí-

(continuará)










EL PROFESOR DE INGLÉS

Tras unos cuantos días repasando por mi cuenta, decidí que estaba lista para enfrentarme a mi primera clase de inglés. No quería perder el tiempo en clases multitudinarias estudiando tiempos verbales que yo misma podía repasar en casa. Necesitaba algo más directo, orientado a la conversación sobre todo (especialmente, a la conversación previa al matrimonio que pensaba efectuar). En resumen, necesitaba las armas orales necesarias para conseguir que Richard se enamorase de mí, no conjugar verbos a destajo ni saber si éstos eran transitivos o intransitivos: necesitaba ir al grano (ya podría perfeccionar el idioma después). Por eso, despues de mucho pensarlo, escogí un profesor particular que se anunciaba en las páginas amarillas ( en el apartado "servicios") con el siguiente anuncio:

"Kyle, auténtico nativo escocés, oral, no te arrepentirás. Domicilios y hoteles. Me desplazo".

Un profesor nativo era justo lo que necesitaba (hubiera sido preferible que fuese inglés, pero siempre era mejor Escocia que Vallecas). Además, el hecho de que pudiera venir a casa a darme las clases convenía mucho a mis propósitos de economizar el esfuerzo, y el anuncio especificaba que sus clases serían eminentemente orales...en definitiva, Kyle era justo lo que necesitaba asi que, después del desagradable incidente con mi hermana por su poco gusto y comprensión al equiparar a Mi Richard con esa tal Glenda del cuento de Cortázar, decidí concertar una cita. Llamé al número que facilitaba el periódico con ciertas reservas, que quedaron automáticamente despejadas cuando una voz indescriptiblemente varonil, con un maracado acento extranjero, surgió al otro lado del hilo telefónico:

- Dígame.

- Quisiera hablar con Kyle, por favor- repuse, súbitamente nerviosa.

El aludido dudó unos instantes:

- ¿De parte de quién?.

"Señora de Armitage", estuve a punto de responder. Por suerte, me corregí a tiempo.

- Llamaba por el anuncio del periódico.

- Ah, eso- musitó Kyle con  un tono de voz radicalmente distinto- ¿Estás interesada?.

- Sí.

Kyle sonrió desde el otro lado del teléfono:

- En ese caso, deberíamos quedar. Suele facilitar las cosas- susurró- ¿Quieres que vaya a tu casa o prefieres otro sitio?.

Tanta buena disposición solo podía augurar cosas buenas: seguro que con un profesor que me ofrecía tantas faciliades no tardaría mucho en prosperar.

- En mi casa estará bien- aseguré- ¿Cuando podríamos empezar?

Una pequeña carcajada se escuchó desde el otro lado de la linea.

- Si tienes tanta prisa, tengo la tarde libre...si me das tu dirección, puedo estar allí en media hora. ¿Donde vives?.

"QUEREMOS TANTO A GLENDA"

Mi hermana entró en mi habitación y dejó caer sobre mi mesa con un ruido sordo un pequeño libro:

-“Creo que deberías leer esto” –dijo quedamente-.
-“ ¿Qué es? –inquirí sin demasiado interés, alzando la vista de mis apuntes sobre los tiempos verbales ingleses.

Mi hermana me dirigió una mirada torva:

-“Algo que te resultará familiar. Tu léelo”- añadió misteriosamente antes de salir del cuarto-.

Tomé el libro entre mis manos: “Queremos tanto a Glenda”, de Julio Cortázar.