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LADY ARMITAGE

"QUEREMOS TANTO A GLENDA" (CONTINUACIÓN)

"QUEREMOS TANTO A GLENDA" (CONTINUACIÓN)

Una vez oí que alguien decía de Argentina lo siguiente: “Me gusta tanto que no soporto que le guste a más gente”. Recuerdo que cuando oí por primera vez esa frase me sonreí pensando que eso era exactamente lo que me sucedía a mí con Richard Armitage. Por eso recibí con un sentimiento un tanto agridulce el hecho de que fuesen a emitir en “La sexta” Robin Hood: mientras yo seguía la serie a través de la BBC (haciendo esfuerzos ímprobos por traducir todos aquellos juegos de palabras que contiene el guión –y haciendo aún mayores esfuerzos por resistir la tentación y transcribir el guión textualmente en lugar de darle más peso y lucimiento al rol interpretado por Richard-),y esperaba pacientemente cada comunicación de la cadena sobre las nuevas temporadas ahora un montón de insulsas niñatas que no habían hecho ningún esfuerzo por encontrarle, que no se habían tomado la molestia de rastrear Internet en busca de todas las series y películas donde hubiera aparecido aunque solo fuera un par de segundos… lo verían cada viernes en sus casas, sin tener que hacer más esfuerzo que el de encender la televisión. Por ello, he de admitir que cuando supe que “La sexta” cancelaba la emisión de la serie por falta de audiencia no pude evitar alegrarme internamente por ello: aquellas niñatas no merecían a Richard.

Sin embargo, esas pequeñas coincidencias no merecían el paralelismo que tan sibilinamente había hecho mi hermana con el cuento de Cortázar. En él, Glenda es una actriz antigua (ya retirada del cine) a la que sus fans guardan eterna devoción. A tal punto llegan en su celo hacia el objeto de su amor que roban los rollos de sus películas para hacer finales alternativos, según lo que ellos consideran que alguien de la altura de Glenda merece. Por azares de la vida, las películas protagonizadas por Glenda vuelven a emitirse y tienen un gran éxito: de pronto, todo el mundo quiere a Glenda. Esto molesta enormemente a sus primeros fans, ya que su idolatría no obedece a una simple moda sino al amor más absoluto: consideran que estos advenedizos no tienen derecho a admirar a Glenda.
El éxito que alcanzan las películas de Glenda hace que ella se plantee reaparecer en la gran pantalla. Sin embargo, sus fans creen que la película que ha escogido para su reaparición no está a la altura, llegan al convencimiento de que “su” Glenda no puede dañar su imagen de esa manera con semejante bodrio…y deciden matarla.

Cerré el libro con un golpe seco. Definitivamente, mi hermana estaba perdiendo la cabeza. Solo cabía esa explicación para creer que mi caso tenía algo que ver con el cuento de Cortázar: era llevar las cosas demasiado lejos.
Aquello era absurdo: Richard jamás haría una elección inadecuada.

PRIMERA PELEA

PRIMERA PELEA

Encontrar el amor verdadero es una de las cosas más difíciles que hay en la vida.

Supongo que todo el mundo estará de acuerdo en eso. Es una verdad inmutable, de las que pasan de generación en generación sin que nadie considere siquiera la posibilidad de oponerse a ellas (como aquella de que España es una zona estratégica en caso de guerra, que ha sido transmitida de padres a hijos desde tiempos inmemoriales sin que nadie la haya cuestionado nunca -aunque desde que la guerra no se hace por mar haya perdido todo sentido- o, sin ir más lejos, que Garci puede no gustar pero "sabe mucho de cine").

En cualquier caso, aunque a mi no me costó demasiado amar a Richard (de hecho, no me costo nada en absoluto.Es posible incluso que el recato y el decoro hubieran exigido algo más de resistencia por mi parte) era consciente de que no todo el mundo había tenido la misma suerte a la hora de encontrar a su amor verdadero. Así las cosas, una vez descubierto lo fundamental (que Richard era el hombre de mi vida y que iba a casarme con el) me desentendí de otro tipo de menudencias que podrían tener cierta transcendencia en nuestra relación futura (como, por ejemplo, no hablar el mismo idioma), hasta que mi madre me hizo considerar ese problema tas nuestro común intercambio de hostilidades el día en que le comuniqué a mi hasta entonces novio mi amor por Richard.

Aunque lo mas importante en estos casos, - el amor incondicional-, estaba asegurado (al menos por una parte; y yo me sentía muy capaz de amar por los dos mientras no nos conociéramos  personalmente y Richard tuviera ocasión de enamorarse de mi), un sinnúmero de nuevas dificultades se abrieron ante mi: ¿nuestro amor podría pasar la barrera de las diferencias culturales a las que, inevitablemente, tendríamos que hacer frente? Pensaba en esto mientras veía en televisión al próximo representante de España en el festival de eurovisión, el chiquilicuatre. ¿Qué pensaría Richard de que su mujer procediera de un país cuyo representante en un concurso de ámbito comunitario canta cosas como "lo baila mi mulata con la braga en la mano" ?.

Un aluvión de terroríficas posibilidades inundaron mi mente. Cabía la posibilidad de que, dado su fino sentido del humor y su ironía (de la que puedo dar fe después de un análisis exhaustivo de todas y cada una de las entrevistas que ha concedido a lo largo de su carrera), y gracias a la difusión internacional de las películas  de Almodóvar, apreciase ese sentido kitch de la existencia que propugna el chiquilicuatrre e incluso le pareciera gracioso (después de todo, no hay que olvidar que en su país las "Spice Girls" fueron número uno), pero, ¿Qué seria del resto? Tuve una visión profética: la playa de Castellón en la que veraneo cada año, rebosante de señoras que consideran la depilación como una señal del advenimiento del anticristo (al menos eso parece a juzgar por el poco uso que hacen de ella), profusión de oros, niños gritones, sombrillas...y en medio de todo, Richard, alzándose tras de mi con uno de esos impecables trajes de chaqueta con los que parece haber nacido y diciéndome, cual Mister Thorton en "Norte y Sur" cuando ve alejarse a su amor, Margaret Hale (esa insulsa advenediza usurpadora de MI hombre):

  • - "Look back. Look back to me".

Justo en ese momento, cuando iba a girarme, pude ver como un enorme balón hinchable de Nivea  impactaba contra la pernera de su pantalón. Antes de que pudiera plantearme siquiera hacérselo comer al engendro del demonio que lo había lanzado, pude ver como Richard agitaba la cabeza consternado y, girando lentamente sobre sus talones con una expresión de absoluta desdicha, se alejaba de mí para siempre sorteando cuantas sombrillas y toallas se encontraron a su paso.

A la vista de tan perturbadora visión tomé dos decisiones transcendentales que cambiaron mi vida:

1. No volver a beber alcohol antes del mediodía (Nunca. Bajo ningún concepto).

2. (De efecto no tan inmediato como la anterior pero también de decisiva importancia). Aceptar que, efectivamente, ambos tendríamos que esforzarnos por adaptarnos al mundo del otro. Tal vez para Richard fuese difícil, pero para mí tampoco sería sencillo adaptarme a las costumbres inglesas: cenar a las seis, no encontrar ningún bar abierto más tarde de las diez de la noche... pero estaba dispuesta a hacerlo porque lo amaba. Animada por esta revelación (y por la idea de tener la posibilidad no solo de amar a Richard sino también de comunicarme con él) tuve que admitir, muy a mi pesar, que mi madre tenía razón: no hablar el mismo idioma era un problema. Un problema al que iba a poner solución.

Mientras repasaba el listín telefónico en busca de academias de inglés, caí en la cuenta de un hecho que, con el calor del momento, no me había parado a considerar en toda su extensión: ¡Richard y yo acabábamos de tener nuestra primera pelea! Bien es cierto que no podía considerarse propiamente como una pelea sino como un intercambio de opiniones (no consideré relevante el hecho de que Richard no estuviera presente en ese "intercambio" -ni tan siquiera el que no fuera consciente de que había tenido lugar- porque, si antes dije que me veía muy capaz de amar por los dos en tanto no nos conociéramos personalmente, también es justo admitir que me veía más que capaz de poder discutir por los dos mientras ese encuentro no se produjese y no tuviera ocasión por tanto de discutir por él mismo). Lo importante era que habíamos tenido nuestra primera pelea de enamorados. Y la habíamos superado.

Feliz, con esa certeza latiéndome en las pupilas, marqué el número de la academia de inglés  que había seleccionado. Pronto habría un obstáculo menos entre Richard y yo.

APOYOS

Tras varias semanas particularmente difíciles en las que traté por todos los medios de  hacer entrar en razón  a mi familia, mi madre decidió cambiar de estrategia:

-"No me opongo a tu...relación"- dijo al fín- "pero veo algunos problemas".

Alcé la mirada con gesto adusto. Mi madre prosiguió, inalterable:

-"Estoy segura de que, si os conocierais, se enamoraría de tí al instante, pero...veo muy dificil que coincidais en algún sitio, la verdad"- probó-.

Siempre he sido una criatura especialmente susceptible a la adulación, de modo que las palabras de convencimiento de mi madre sobre el amor que indefectiblemente me profesaría Richard una vez nos conocieramos tuvieron el efecto de aplacarme, por lo que me limité a encogerme de hombros:

-"No es tan dificil"- me defendí, débilmente- "los dos somos actores, tampoco sería tan raro...".

En realidad, sí lo sería.Podría incluso calificarse de milagroso que nos conocieramos por obra de nuestras respectivas carreras, ya que significaría:

1) Que YO tendría trabajo como actriz (Milagro número 1).

2) Que alguien más lo sabría (aparte de mi familia cercana y mis compañeros de teatro). Los cuales no pueden ser considerados propiamente como público ya que, aunque han asistido religiosamente a todas las representaciones en las que he participado como actriz, bien es cierto que estaban obligados a ello: los primeros en virtud de sus obligaciones familiares para conmigo y, los segundos, mediante coacciones más o menos sutiles. (Milagro número 2)

No obstante, en un alarde de generosidad que agradecí infinitamente, mi madre tuvo la delicadeza de no incicir sobre el tema.

-"Pasando por alto el hecho de que llevas ocho años con tu novio...".

-"Voy a dejar a Víctor"- anuncié solemnemente- .

Mi madre arqueó las cejas con excepticismo:

-"¿Por Richard Armitage?"- sonrió desdeñosamente- "Dios me libre de impedir que dejes al inútil que tienes por novio, pero...¿no crees que es un poco precipitado?. No sé, tal vez deberías esperar un poco. A conocerle, al menos".

Sonreí beatíficamente:

-"No es sólo por Richard"- mentí- "aunque no me negarás que es un buen motivo".

Obviamente, era una mentira piadosa. Si iba a dejar a Víctor era única y exclusivamente por Richard Armitage, pero no quería arrojar ese lastre sobre nuestra incipiente relación. Por nada del mundo quería que Richard se sintiera responsable de mi ruptura con Víctor cuando, al conocernos al fín, nos contásemos nuestros respectivos pasados sentimentales; asi que elegí una interpretación algo más libre de la verdad recurriendo a lugares comunes tales como que "la relación con Víctor ya no funcionaba" o que "ya no estaba enamorada de él". (Al menos este último punto era escrupulosamente cierto, ya que soy mujer  de un solo hombre y, estando como estaba enamorada de Richard, no podía querer a ningún hombre más- incluyendo a mi hasta entonces novio-).

Mi madre entrecerró los ojos:

-"Vale"- masculló entre dientes, arrastrando las palabras- "Imagina que finalmente os conoceis... y te decepciona. Imagina que es maleducado, vulgar...".

-"Es Richard Armitage, mamá"- protesté con incredulidad- "Es precisamente la antítesis de lo vulgar y de lo...".

-"¡Imagina que es de derechas, por el amor de Dios!" - bramó mi madre a la deseperada, con los ojos a punto de salirse de sus órbitas-.

Sus palabras me paralizaron por unos instantes, causando un aturdimiento que mi madre supo aprovechar. Avanzó hacia mí desafiante, aferrándose a aquella hipótesis y blandiéndola con saña como si fuera el blasón de su victoria sobre mí:

-"Imagina por un segundo que es conservador"- sonrió con suficiencia, paladeando su triunfo- "¿Qué pasaría?".

Abrí los ojos desmesuradamente a causa del pánico, cuando un providencial recuerdo cruzó por mi mente con velocidad:

-"Imposible"- aseguré, visiblemente aliviada- "He leído decenas de entrevistas suyas y sus posturas son siempre claramente progresistas. Además, siempre dice que le gusta mucho hablar de política"- añadí, con ojos soñadores- "y la política sólo nos interesa a la gente de izquierdas. Precisamente la derecha lleva años intentando que no nos interese. Asi que...un problema menos".

Durante unos instantes, mi madre y yo nos miramos como si fueramos dos mirmidones prestos a enzarzarse en una mortal batalla. Clavé en ella una mirada displicente:

-"¿Se te ocurre algún otro problema?"- inquirí-.

Mi madre alzó el rostro con altivez, mientras una sibilina sonrisa se dibujaba en las comisuras de sus labios. "Obviamente, si que se le ha ocurrido"- me lamenté en silencio-.

-"Por ejemplo, el idioma"- arguyó, triunfal-.

Maldición.

 

CONFESIONES

CONFESIONES

No obstante, aunque mi plan tuviera algunas lagunas lo esencial (que estaba enamorada de Richard Armitage y que iba a casarme con él en cuanto tuviera ocasión de comunicarselo)  estaba claro. De modo que tuve que plantearme lo inevitable: buscar la manera más suave de confesarselo a mi todavía novio, puesto que continuar mi relación con él me parecía una pésima manera de comenzar mi futura e inevitable relación con Richard. Por eso, y dado que todavía no es muy conocido en España, pensé que lo mejor era ir hablándole poco a poco de él, sutilmente, hasta que él mismo fuera atando cabos. Sin embargo, me temo que no supe controlar mi entusiasmo hacía su labor profesional (tal vez tuvo que ver el hincapié que puse en resaltar todas y cada una de las  escenas en las que salía sin camisa de entre toda su extensa producción como actor, subrayando con un énfasis más propio de una cabaretera que de una amante del séptimo arte lo absolutamente necesarias que eran -todas y cada una de ellas- para el desarrollo de la trama respectiva).  Despues de dos semanas de lo que yo creía una sutil introducción de las virtudes de Richard, mi novio no aguantó más. Con una sutileza pareja a la mía, mientras conducía de camino a casa, me expuso las razones de su descontento con la paciencia infinita y el extenso vocabulario de diplomático que me enamoró de él en su día:

-"Te pones de un tonto cuando hablas del "Armitaje"!!- me espetó de pronto, quejoso-

-"Armitage"-me apresuré a corregirle.

Mi todavía novio puso los ojos en blanco:

-"Cómo se llame"-masculló fijando la vista en el volante con un desprecio que, como su futura mujer (la de Armitage, obviamente) no pude tolerar.

-"Haz el favor de tratarle con más respeto que ese hombre será algún día el padre de tus hijos"-repuse con calma-.

Mi todavía novio me dirigió una mirada sombría antes de volver a clavar la mirada en la carretera.

"Necesita tiempo para asimilarlo" -pensé una vez me dejó en casa tras un viaje hecho en el más absoluto silencio, satisfecha de que, si bien mi idea de ser sutil había sido un fracaso, al menos el objetivo inicial (confesarle mis sentimientos hacia Richard) estaba cumplido: no tendría que volver a llevar una doble vida, había confesado al fín. Richard me había convertido en  una mujer honesta. Cómo para no adorarle!...si hasta sin conocernos era capaz de hacerme comportarme con rectitud...qué increibles milagros podría obrar en mi naturaleza su presencia!. Animada por estos pensamientos (y otros de índole menos espiritual aunque también relacionados con Richard) entré en casa.

PRIMERAS REACCIONES

Recuerdo que estaba viendo "Norte y Sur" (la miniserie de la BBC donde ví a Richard por primera vez) cuando se lo comuniqué a mi madre:

-"Me casaré con este hombre"- le dije-.

En lugar de las habituales felicitaciones que suelen sucederse a este tipo de anuncios, mi madre frunció el ceño distraídamente mientras continuaba cogiendole el bajo a un pantalón vaquero.

-"Un poco mayor para tí, no?- preguntó sin prestar demasiada atención- .

Dado que soy la menor de mis hermanas, supuse que la noticia de mi próxima boda había conmocionado demasiado a mi madre como para hacer ningún otro tipo de comentario más adecuado, pero como fuera que en los días siguientes continué reiterando mi pretensión de matrimonio con Richard, mi madre acabó por zanjar el tema proponiendome lo siguiente:

-"¿Y por qué no le escribes una carta?"-me dijo-

Dicha propuesta, obviamente, fué recibida con el más visceral rechazo por mi parte: yo no soy una fan, YO QUIERO CASARME CON ÉL. ¿Para qué iba a escribirle una carta?. ¿Para que me mande un autógrafo?. Si lo que yo quiero es que me mande su lista de invitados!!!

Mi sobrino, de 7 años, fué algo más elocuente al respecto cuando, viendo "Robin Hood" señalé a Richard y le dije que me casaría con él. Mi sobrino ladeó el rostro mirándome fijamente y me dijo:

-Pero vamos a ver, ¿Cómo te vas a casar con él? ¿Os conoceis? ¿Te ha llamado? ¿Te ha escrito una carta, una postal...algo?

Ante tamaña exhibición de sentido común, tuve que admitir que, efectivamente, mi plan inicial de matrimonio tenía algunas lagunas.

 

 

DECLARACIÓN DE INTENCIONES

LLevo 8 años con mi novio, una cifra en la que la mayoría de las parejas comienzan a plantearse decisiones transcendentales tales como irse a vivir juntos, casarse, apadrinar un perro...sin embargo, hay un pequeño pero muy crucial detalle que me lo impide: él NO ES RICHARD ARMITAGE.

Dicho así no parece especialmente grave (la mayoría de los hombres no son Richard Armitage. es más, muchos hombres ni tan siquiera parecen pertenecer al mismo género que él) pero, una vez que una sabe que un hombre así existe... ¿cómo puede conformarse con la cruda y devastadora realidad?. Antes de saber que Richard Armitage existía todo era distinto:

Resumiendo: no podía echar de menos algo que no sabía que existía.

 

Si nunca hubiera llegado a saber que Richard Armitage existía  yo hubiera podido continuar mi relación con mi novio, con la razonable convicción de que teníamos una relación felíz, si  nunca hubiera sabido que Richard Armitage existía. Sin embargo, una vez que lo supe, ¿cómo conformarme con la triste realidad cotidiana sabiendo que ese hombre respiraba en algún lugar del mundo? ¿Cómo podía resignarme a no formar parte de ello?. Por todo eso, he decidido (unilateralmente, por el momento) CASARME CON ÉL.

Soy consciente de que tal vez esto pueda interpretarse como un acoso por mi parte pero, como he dicho, mis intenciones son de lo más formales: pretendo casarme con él (no es que me desagrade la institución del amancebamiento, pero tal vez sea un poco compleja de entender para un tío de Leicester asi que, aun en contra de mis propias convicciones...habrá boda).

Por otra parte, confío en que Richard carezca de los suficientes conocimientos de español como para sentirse alarmado por el contenido de este blog (como presumiblemente sucedería si dominase el idioma) y, por tanto, no pueda interponer contra mí las pertinentes acciones legales que harían fracasar mis planes de matrimonio (como solicitar una orden de alejamiento transoceánico, por ejemplo). No obstante, acabo de recordar un detalle especialmente perturbador: en uno de los muchos currículums de Richard que circulan por la red leí que había estudiado flamenco, por lo que tal vez tenga algunas nociones básicas de español. De todos modos, no hay qe hacer demasiado caso de lo que uno pone en su currículum. En el mío, sin ir más lejos, pone que recibí un seminario intensivo con "Mayúmana" (cuando sólo acudí a una clase abierta en la que había el mismo número de aspirantes a actores que de jubilados ociosos); que dí 10 años de baile español y flamenco (lo que es cierto. Lo que no lo es es que, en vez de en un conservatorio de danza, dí esas clases en horario extraescolar en el mismo aula desvencijada donde despues ponían un tatami para los alumnos de judo); o, lo más surrealista de todo, que tengo 19 años en lugar de los 26 que cumpliré este mes de mayo (algo que ni mi representante sabe...hasta que revise mi DNI y me descubra. Espero que me haya encontrado trabajo antes...).

En cualquier caso, si algún allegado a Richard Armitage llega por casualidad a este mi humilde blog, ruego que mantenga la calma y no corra a denunciarme a las autoridades. Y si es el propio Richard Armitage quien llega a leer estas líneas...; en fín, lo segundo que ruego es que se ponga en contacto conmigo para ultimar algunos asuntos de la boda pues, aunque no me importa ocuparme de los detalles fastidiosos del enlace, me gustaría conocer su opinión (salvo en el punto de que efectivamente va  a celebrarse la boda puesto que, como ya he dicho, ese extremo ya está decidido y no es negociable), cuadrar nuestras respectivas agendas (aunque intuyo que su carrera como actor es algo más prometedora que la mía)...y ese tipo de cosas.

Por si, pese a los datos aportados, alguien todavía se lo pregunta (yo misma en ocasiones) no soy una niña de 13 años en plena alteración hormonal. Puede que esta afirmación vaya en mi contra, pero no solo tengo 25 años sino que (al menos aparentemente) estoy en pleno uso de mis facultades mentales. Como ya he dicho, voy a cumplir 26 años: soy consciente de que ya no tengo edad para estas cosas. Motivo por el cual, en lugar de montarle un club de fans, he decidido casarme con él.

De ahí el nombre del blog. Había pensado en llamarlo "Señorita Armitage" como símbolo de que, pese a pretender tomar su apellido una vez consumado el enlace, querré conservar mis raices latinas, pero el servidor no me permitió usar la letra ´"ñ" en el título del blog. No obstante, no estoy en disposición de quejarme: bastante hacen con no denunciarme por esto (que dios les bendiga!!)

Y de ahí...Lady Armitage.