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LADY ARMITAGE

APOYOS

Tras varias semanas particularmente difíciles en las que traté por todos los medios de  hacer entrar en razón  a mi familia, mi madre decidió cambiar de estrategia:

-"No me opongo a tu...relación"- dijo al fín- "pero veo algunos problemas".

Alcé la mirada con gesto adusto. Mi madre prosiguió, inalterable:

-"Estoy segura de que, si os conocierais, se enamoraría de tí al instante, pero...veo muy dificil que coincidais en algún sitio, la verdad"- probó-.

Siempre he sido una criatura especialmente susceptible a la adulación, de modo que las palabras de convencimiento de mi madre sobre el amor que indefectiblemente me profesaría Richard una vez nos conocieramos tuvieron el efecto de aplacarme, por lo que me limité a encogerme de hombros:

-"No es tan dificil"- me defendí, débilmente- "los dos somos actores, tampoco sería tan raro...".

En realidad, sí lo sería.Podría incluso calificarse de milagroso que nos conocieramos por obra de nuestras respectivas carreras, ya que significaría:

1) Que YO tendría trabajo como actriz (Milagro número 1).

2) Que alguien más lo sabría (aparte de mi familia cercana y mis compañeros de teatro). Los cuales no pueden ser considerados propiamente como público ya que, aunque han asistido religiosamente a todas las representaciones en las que he participado como actriz, bien es cierto que estaban obligados a ello: los primeros en virtud de sus obligaciones familiares para conmigo y, los segundos, mediante coacciones más o menos sutiles. (Milagro número 2)

No obstante, en un alarde de generosidad que agradecí infinitamente, mi madre tuvo la delicadeza de no incicir sobre el tema.

-"Pasando por alto el hecho de que llevas ocho años con tu novio...".

-"Voy a dejar a Víctor"- anuncié solemnemente- .

Mi madre arqueó las cejas con excepticismo:

-"¿Por Richard Armitage?"- sonrió desdeñosamente- "Dios me libre de impedir que dejes al inútil que tienes por novio, pero...¿no crees que es un poco precipitado?. No sé, tal vez deberías esperar un poco. A conocerle, al menos".

Sonreí beatíficamente:

-"No es sólo por Richard"- mentí- "aunque no me negarás que es un buen motivo".

Obviamente, era una mentira piadosa. Si iba a dejar a Víctor era única y exclusivamente por Richard Armitage, pero no quería arrojar ese lastre sobre nuestra incipiente relación. Por nada del mundo quería que Richard se sintiera responsable de mi ruptura con Víctor cuando, al conocernos al fín, nos contásemos nuestros respectivos pasados sentimentales; asi que elegí una interpretación algo más libre de la verdad recurriendo a lugares comunes tales como que "la relación con Víctor ya no funcionaba" o que "ya no estaba enamorada de él". (Al menos este último punto era escrupulosamente cierto, ya que soy mujer  de un solo hombre y, estando como estaba enamorada de Richard, no podía querer a ningún hombre más- incluyendo a mi hasta entonces novio-).

Mi madre entrecerró los ojos:

-"Vale"- masculló entre dientes, arrastrando las palabras- "Imagina que finalmente os conoceis... y te decepciona. Imagina que es maleducado, vulgar...".

-"Es Richard Armitage, mamá"- protesté con incredulidad- "Es precisamente la antítesis de lo vulgar y de lo...".

-"¡Imagina que es de derechas, por el amor de Dios!" - bramó mi madre a la deseperada, con los ojos a punto de salirse de sus órbitas-.

Sus palabras me paralizaron por unos instantes, causando un aturdimiento que mi madre supo aprovechar. Avanzó hacia mí desafiante, aferrándose a aquella hipótesis y blandiéndola con saña como si fuera el blasón de su victoria sobre mí:

-"Imagina por un segundo que es conservador"- sonrió con suficiencia, paladeando su triunfo- "¿Qué pasaría?".

Abrí los ojos desmesuradamente a causa del pánico, cuando un providencial recuerdo cruzó por mi mente con velocidad:

-"Imposible"- aseguré, visiblemente aliviada- "He leído decenas de entrevistas suyas y sus posturas son siempre claramente progresistas. Además, siempre dice que le gusta mucho hablar de política"- añadí, con ojos soñadores- "y la política sólo nos interesa a la gente de izquierdas. Precisamente la derecha lleva años intentando que no nos interese. Asi que...un problema menos".

Durante unos instantes, mi madre y yo nos miramos como si fueramos dos mirmidones prestos a enzarzarse en una mortal batalla. Clavé en ella una mirada displicente:

-"¿Se te ocurre algún otro problema?"- inquirí-.

Mi madre alzó el rostro con altivez, mientras una sibilina sonrisa se dibujaba en las comisuras de sus labios. "Obviamente, si que se le ha ocurrido"- me lamenté en silencio-.

-"Por ejemplo, el idioma"- arguyó, triunfal-.

Maldición.

 

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