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LADY ARMITAGE

EL PROFESOR DE INGLÉS (II PARTE)

El timbre de la puerta me sorprendió mientras trabajaba en mi ordenador intentando encontar el fotograma exacto del Episodio I de “La guerra de las galaxias” en el que Richard Armitage aparece en una escena un par de segundos como miembro del escuadrón “Bravo fighter pilot”, según fuentes tan acreditadas como un grupo de preadolescentes sobrehormonadas que circula por Internet a sus anchas, aprovechándose del sigilo con el que debo llevar mi compromiso nupcial-al menos, hasta que Richard sea consciente de que existe- permitiéndose hacer sobre mi futuro marido comentarios que hacen  nacer en mi ideas a cual más creativa para que esas quinceañeras no lleguen a celebrar su veinte cumpleaños. De hecho, justo cuando estaba perfeccionando una de esas ideas macabras en mi mente sonó el timbre.
Desde el otro lado de la puerta, me sonreía un hombre joven, espigado, con el cabello ligeramente ondulado con breves matices cobrizos y una expresión indescriptiblemente seductora mientras cruzaba ambos brazos sobre el pecho, haciendo resaltar su musculatura…en resumen, el tipo de hombre que nunca creí que llamase a mi puerta por propia voluntad.
- Hola, soy Kyle- dijo él, entornando los ojos con una expresión que, presa del entusiasmo, no supe distinguir si pretendía ser seductora o si, simplemente, era fruto de una ligera miopía.- ¿puedo entrar?.

Me demoré unos instantes hasta cerciorarme de que mi vecina de enfrente cumplía con el protocolo habitual de encaramarse a la mirilla (como invariablemente hacía cada vez que alguien llamaba a mi puerta) ya que, en esta ocasión, sí deseaba tener testigos de que un hombre así entraba en mi salón. Una vez hube comprobado de que mi vecina guardaba en su memoria (y tal vez en lo más profundo de su rencor) el rostro de mi acompañante, asentí torpemente mientras le hacía un rápido gesto con mi mano derecha, invitándole a pasar. Al verle franquear el umbral con tanta decisión tuve que reprimir el impulso de decir, al modo de Drácula: “Pasa, y deja un poco de la felicidad que llevas contigo”. Por suerte o por desgracia, el pensamiento humano funciona en cadena: a esas palabras siguieron una serie de rápidos fogonazos en mi mente de en que lugares de mi cuerpo podría dejar exactamente su felicidad aquel hombre y, providencialmente, el rostro de Richard ocupó mi mente, con aquella expresión apesadumbrada que tan bien hacía cuando interpretaba el rol de Jonh Standring en “Sparkhouse, cada vez que Jonh tenía que ver como Carol se escapaba con ese idiota de Andrew con ínfulas de Mr. Earnshaw. Cerré los ojos con fuerza, concentrándome únicamente en mi respiración. Cuando volví a abrirlos, Kyle me observaba sentado indolentemente desde el sillón del salón:

- ¿Te encuentras bien?- sonrió con dulzura-
- Sí- farfullé fingiendo indiferencia, mientras tomaba asiento junto a él en el sofá- es solo que hace demasiado calor en esta casa.

Kyle sonrió, inclinándose ligeramente en mi dirección:

- Espero no haberte decepcionado. Tal vez esperabas otra cosa- sonrió Kyle con cierta suficiencia, con el tono de voz de quien sabe perfectamente que ha superado todas las expectativas de su oponente sin el menor esfuerzo.
Me encogí de hombros:
- Bueno, en seguida lo sabremos. ¿Empezamos?

Kyle envaró su espalda automáticamente, mirándome con cierto recelo:

- ¿No prefieres que hablemos un poco antes? – preguntó, sin poder disimular cierta inquietud-.

Suspiré. Prefería empezar las clases cuanto antes pero, después de todo, tal vez fuera necesario resolver algunas dudas antes de empezar:
- ¿Hay mucha diferencia entre el acento escocés y el inglés?- le espeté-

El aludido abrió los ojos desmesuradamente:
- ¿Disculpa?
Repetí mi pregunta ante su expresión de absoluto desconcierto:
- ¿Hay mucha diferencia entre el acento escocés y el inglés?
Los labios de mi interlocutor se curvaron en una especie de mueca:
-Bueno…supongo que si hay alguna diferencia- concedió al fin- aunque eso no debería preocuparte: en lo esencial, escoceses, ingleses…somos iguales.
Entorné los ojos, evaluándole en silencio. Aunque no cabía duda de que un profesor como él suponía un incentivo a tener en cuenta a la hora de aprender un idioma, empezaba a plantearme si no abría indicios de publicidad engañosa en su anuncio: “no te arrepentirás”, decía, y yo estaba comenzando a arrepentirme de haberme precipitado tanto al concertar una cita con aquel hombre que tan poco profesional empezaba a parecerme. Decidí ser franca:
- ¿Cuánto tiempo llevas enseñando inglés?- inquirí-.

Kyle frunció el ceño con extrañeza, con la misma expresión que podría haber usado si le hubiese dicho que dedicaba mis ratos libres a esconder papelinas de droga entre los pliegues de los calcetines de los renos de Papá Noel. Suspiré:
- Verás, no quiero ser desagradable: seguro que eres un profesor fantástico, pero yo tengo un compromiso urgente que me exige más fluidez con el idioma, y si hay diferencias entre los acentos tal vez no sea buena idea que…
- Disculpa- me interrumpió Kyle- ¿Crees que has contratado un profesor…de inglés?
Fruncí los labios en una mueca de desagrado:
- Todavía no te he contratado, Kyle. Precisamente lo que estaba intentando decirte es que…
- Un momento- volvió a interrumpir Kyle, incorporándose con agilidad del sofá- No sé que habrás pensado ni por qué lo habrás pensado…
“Mejor que no lo sepas, escocés” dijo en mi interior la pequeña cabaretera que habita en mí y que a veces me invade.
-… Pero creo que es evidente que no soy un profesor de idiomas.
La pequeña cabaretera y yo quedamos mudas ante aquel despliegue de arrogancia.
- ¿Ah, no? ¿Y entonces, por qué pones un anuncio en la sección de servicios?- le recriminé, blandiendo ante él el periódico en el que todavía estaba señalado su anuncio con un rotulador rojo- Mira, siento si te ha molestado lo que te he dicho: a mí me dan igual las disputas entre ingleses y escoceses, pero no quiero adquirir vicios en el acento…
Kyle enarcó una ceja mientras me arrebataba el periódico con un gesto veloz.
- “Kyle”- leyó-“auténtico nativo escocés, oral. No te arrepentirás. Domicilios y hoteles. Me desplazo”. ¿Exactamente cual de estas palabras te ha inducido a pensar que era profesor de inglés?
Lo miré con fijeza unos instantes.
- ¿Y entonces qué es lo que eres?- pregunté, con un hilo de voz-
Por mi mente empezaron a circular un montón de ideas, a cual más terrorífica: atracador, psicópata, narcotraficante…
“¡Que sea un exhibicionista, que sea un exhibicionista!” –imploró la pequeña cabaretera que habita en mi ser-. Kyle sonrió con suficiencia:

-Supongo que el hecho de que me anuncie en la sección de “servicios” no es un indicio suficientemente claro para ti…
Le dirigí una mirada furiosa antes de responder:
- Bueno, una clase particular es un servicio.
Kyle entornó los ojos con suficiencia:
- No esa clase de servicio- dijo, esbozando una media sonrisa-Tendrías que haber buscado en la sección de “Demandas de empleo” si lo que buscabas realmente era un profesor de inglés.
- ¿Qué otra cosa iba a buscar?- le reté, cruzando los brazos sobre el pecho con gesto adusto.
Ante tal despliegue de determinación por mi parte, me interlocutor se limitó a encogerse de hombros:
- La verdad, tú no se…-sonrió entre dientes- lo que dices es demasiado surrealista como para que lo hayas improvisado, así que tal vez te hayas equivocado y buscases un profesor de inglés. Pero te aseguro que la mayoría de la gente busca otra cosa cuando responde a algún anuncio publicado en la sección de “servicios”.
Negué con vehemencia, ante la mirada perpleja de Kyle.

- No me está gustando nada tu tono, escocés. Además, una clase particular es un servicio; digas lo que digas. Los contratos de las clases particulares son “Por obra y/o servicio”, así que al menos admite que llevo razón, porque…
- Soy gigoló!- bramó Kyle, fuera de sí-

(continuará)










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